lunes, 6 de junio de 2016

MUNDO DE MIERDA

Ya carece de valor cualquier advertencia
objetiva y veraz, o al menos al idiota no le importa.
Él juega con los soretes de su perro:
inventa castillos, torres que caen, un puente.

Arrodillado en el césped del jardín
la materia de la fantasía es invencible,
a pesar del olor insoportable en las manos
y la desconfianza sorprendida de su propio perro.

Cada cual, a su modo y como puede
tiene la mínima obligación de crear su mundo.
Por suerte el idiota ya terminó,
ahora pisa su obra satisfecho mientras se limpia la baba.

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