sábado, 25 de junio de 2016

EL LABERINTO DEL IDIOTA

Ojalá nunca se entere el gran Borges...
Pero el idiota también está dentro de un laberinto;
siempre, ahí, en el jardín de cada día
junto al pino, su perro y las ineludibles babas.

No hay ninguna salida posible,
ni siquiera al cerrar los ojos o mirar las nubes.
Claro que él no lo sabe o no le importa,
ni la menor sospecha de que, como todos, está perdido.

La situación perturba a las excrituras:
¿quién escribe lo perdido si se vive como plenitud?
El idiota abre sus manos alrededor del tronco
y deja que las caricias de las brisas sean sus propias caricias.


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