jueves, 23 de junio de 2016

A ENRIQUE MOLINA


En las habitaciones de esos hoteles extraviados por las pasiones que solo ve la poesía de Enrique Molina las excrituras aspiran los auténticas olores de la vida, y pueden respirar hasta que estallan sus pulmones.
Allí, en cualquier hotel, sienten la necesidad urgente de la sangre, y amores y odios son colores o plantas o pájaros. Allí, y siempre de paso, la lengua encuentra a su única realidad: lo imposible, esa piel en el fondo más obsceno y puro del poema.
Será por eso que para las excrituras la palabra casa es un sinónimo de encierro; su libertad son esos momentos fluidos que ocurren y desaparecen, que abren otra dimensión a las imágenes ,a los instantes de la eternidad, la vida: la potencia sagrada de los cuerpos.

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