III
Si alguna vez pudiera estornudar el alma
y ver el miedo de sus ojos.
Pero corre el agua del arroyo...
y solo puedo llover.
Y al caer las hojas secas del otoño,
me arrastra la tristeza.
Peor en las avenidas tan alteradas,
ni siquiera un bocinazo.
O frente a los enormes departamentos
cuando oigo a la muerte.
Eso sí, cada vez que vuelve a salir este sol:
soy un trompetista de la luz.
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