lunes, 8 de agosto de 2016

OTRA INÚTIL APOLOGÍA DEL ENSAYO

Ante la abrumadora circulación de papers, tesinas y tesis que ha impuesto, -"casi naturalmente"- el ámbito académico y que busca propagarse por otros sectores de la formación educativa. Y para peor -salvo las excepciones del caso- con pobres, evidente y limitadísímas "verdades cientíticas", cada día resulta más apremiante recuperar ese sabor sabor de incertidumbre y prepotencia del ensayo.
Ya se sabe que a las excrituras los fundamentos lógicos y racionales le producen bostesos; así que se limitarán a señalar que solo el ensayo -en un mundo donde todo funciona con precisión y exactitud hacia la destrucción-, su escritura carnal y abierta y polémica puede intentar otra manera de pensamiento, otra forma, más densa, menos complaciente, para entender esta realidad.
Y en este sentido, nuestra aparente inferioridad latinoamericana tan cultora de este género, debe aprovechar su tradición para, en parte, abandonar las fórmulas eficaces y fatales de las incesantes "producciones de los países centrales" e indagar en eso que no se quiera pensar, en sus riesgos, desde el adentro más doloroso y desprolijo: apenas este presente y su futuro angustiante. Sin despreciar otros saberes, sin ningunaearlos, siempre en el ensayo se despliega una escritura que no se resigna al fracaso, el que sea. Es que lo impulsa, como diría Horacio Gonzáles, una fibra íntima y moral.
Cabe mencionar, aunque su perspectiva es otra, la última novela de Ricardo Piglia El camino de Ida; allí, entre otros aspectos, se puede observar -además de una minoría selecta y casi aislado con sus consecuencias-, cómo se ha convertido el campo intelectual en una variante estúpida de la soberbia. Esa que se encierra y no escucha, como pretendía Kusc, a la sabiduría del pueblo. Demás está decir que si las cosas siguen así bastará un sola conclusión  para cerrar el informe: todo se irá al desastre y se dará por concluido el ensayo de la vida.

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