miércoles, 17 de agosto de 2016

APUNTES SOBRE EL RIESGO DE LA BELLEZA

Si algo ha mostrado y demostrado la modernidad occidental es la absoluta falta de neutralidad de la belleza; por el contrario, su búsqueda y su presencia aparentemente ingenua se confunde, a menudo, con una misteriosa amenaza.
En buena parte de su obra, Baudelaire advierte acerca de los riesgos de la belleza. (Algo también insinuó Rimbaud). Al parecer, lo bello escapa al control de los humanos: sus efectos -siempre fatales- juegan con la tensión de lo bondadoso y lo maléfico, una fuerza tan dulce como peligrosa.
También el Virgilio imaginado por Broch expresa sus reservas ante la anhelada belleza poética. Una de sus hondas preocupaciones ante su obra maestra e inconclusa radica, precisamente, en esa tentación. Lejos de Platón, la belleza le impide al poeta el verdadero conocimiento.
En este sentido, también podría pensarse en algunos pensamientos de Benjamin, que analiza Susan Burk-Morss, ante el ensueño ficticio de la ciudad; esa fascinación boba frente a las vidrieras que impiden despertar a la realidad del mundo: esas ruinas que atraían y espantaban al ángel de la historia.
Estos pocos ejemplos -simplificados- han adquirido un valor dramático en la criminología y también, ay, en el vértigo superficial de toda nuestra cultura. Quizás un posible remedio sea buscar lo feo, lo más horrible, esas imágenes que repugnan y provocan el vómito liberador; a lo mejor, de esa manera, los humanos empezamos a aceptar nuestra única y deforme humanidad.

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