lunes, 22 de agosto de 2016

DIÁLOGOS EXCLUSIVOS DE LAS EXCRITURAS

Durante mucho tiempo nuestro informante siguió de cerca a Cesare Pavese. Nunca hablaba con nadie. Pero de casualidad se cruzó con Héctor Viel Temperley. Este es el registro del encuentro; en el laboratorio de las excrituras no lo entendió nadie.

-Perdón, ¿a qué se dedica?
-Creo que soy poeta, o cualquier otra cosa.
-Yo también.
-¿Quién no lo sabe?
-Le parece...Y dígame, ¿por qué está tan feliz?
-¿Feliz? Nunca lo pensé.
-Ah...ya entiendo.
-Qué suerte, yo apenas puedo sentir. Fíjese, esa nube encontró su forma y ya se disuelve: maravilloso.
-Es natural, ¿no?
-No sé, nunca lo supe.
-Tiene razón, pero igual me da asco.
-¿Probó con nadar?
-Bueno, sí...aunque no comprendo.
-Eso déjeselo al cuerpo.
-Pero, ¿Acá...
-Cualquier lugar es bueno.
-Dudo, pero no lo voy a intentar. ¡Qué más da, ya me suicidé!
-No se preocupe, el agua resucita.
-Prefiero no perturbarlo con mis opiniones. Mejor me voy.
-Solo es su ángel.
-¿Cómo?
-Debe luchar y dejarse vencer por él... Ni una palabra más.
-Un gesto.
-Adiós, buen hombre.
-Lástima no haberlo conocido antes, chau.

Preocupado, a cada paso, Pavese se enredaba en los mitos que latían en su cabeza. No podía aceptar la calma de ese ser. ¿Quién de los dos estaba más loco?

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