sábado, 20 de agosto de 2016

DIÁLOGOS EXCLUSIVOS DE LAS EXCRITURAS

Algo perturbado, nuestro enviado especial nos envió un nuevo y sorprendente -o no tanto- informe. Según sus propias palabras, no se atrevió a traducir el francés de Silvina Ocampo y Jean Genet. En el laboratorio hemos tratado de respectar fielmente cada expresión; o mejor, ser respetuosamente infieles.

-Disculpe, ¿no le molesta que lo miren?
-Al contrario, disfruto más.
-Si usted quiere, lo puedo ayudar.
-Muy amable.
-Sería...un honor. Bueno, me encantaría.
-Es que cuando eyaculo siento a él en mi mano.
-Ah, lo entiendo.
-¿Y usted?
-Soy curiosa, o rara.
-A mi me parece una dama delicada, algo tímida.
-Es que los otros, vio, ya sabe.
-Ni me hable; por suerte yo vivo encarcelado.
-¡Igual que yo! Pero no me importa.
-Claro, porque es libre.
-No sé, o no tanto como usted.
-Apenas soy un angelito del mal.
-Es verdad, la bondad nunca se perdona.
-Peor es el perdón.
-Tiene razón.
-Disculpe, pero su belleza es tan triste, y me conmueve.
-Por la nariz.
-¿Cómo?
-Mi nariz es espantosa.
-Se equivoca, ¿me permitiría besarla?
-...
-...
-Puede venir cuando quiera, si no le disgusta...
-Por favor, yo también gozo al mirarlo. O lo sueño.
-Adiós, tengo que acabar.
-Hasta pronto.

Genet esperó unos pocos minutos y volvió a sacudir su mano, sonreía atrapado por la melancolía. Ella se escondió detrás de una nube; se acordó de una amiga y también empezó a jugar con la tibieza de su sexo.



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