miércoles, 31 de agosto de 2016

EXCRITURA DE SILENO

Ayer, cuando volvía del trabajo,
me crucé al viejo Sileno en la avenida.

Venía cargado de bolsas con botellas,
todas del shopping de San Justo.

Al llamarlo, con fastidio
detuvo el apuro agitado de sus pasos.

Me temblaban las piernas;
pero no largó una espantosa carcajada.

Nos miramos un ratito,
el gordo solo se encogió de hombros.

Y al cambiar la luz del semáforo
se fue: ya no tiene nada que decir, a nadie.



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