PREFERENCIAS DEL FRÍO.
Todavía no se había asomado el sol,
la mañana era una sombra fría.
A las seis todos arriba,
apurarse para salir del pabellón.
Sentado en un banquito
el patio entero era una heladera
y una burla la camisa
que frotaba con mis manos.
Además, faltaba más de una hora
hasta entrar a desayunar.
Algo había ocurrido con mi ropa,
desapareció la campera
aunque tenía mi nombre
y el número escrito en el cuello.
Entonces vi a otra sombra,
pero el viento mordía a mi labios
y apenas alcé la vista:
la sonrisa de una enfermera.
Creo que no pude decirle buen día,
me regaló este buzo blanco, mi preferido.
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