PAÑALES DE LA OSCURIDAD
Todas las noches se repetía la misma escena:
a eso de las cuatro, cuatro y cinco
siempre las enfermeras me despertaban:
había que atender al compañero de cuarto.
Primero intentar desatarlo de la cama,
un calmante, cambiarle los pañales,
dominarlo y volver a ajustar las correas.
Apenas unos minutos y se apagaba la luz.
Nunca logré hablar con él, nada,
tampoco logro recordar su nombre,
solo escuchaba un ratito sus quejidos
y ya se había dormido, yo miraba la oscuridad.
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