sábado, 4 de agosto de 2018

PABELLÓN 127


Cuando abrió y cerró la puerta,
no puede evitar a los otros.
Por suerte un patio enorme
y los árboles parecían vivos;
pero ni una sola palabra...
la enfermera apurada y muda.
Aun no lograba entender,
tampoco descubrir mi sombra.
Había que ir hasta el fondo,
y otra puerta y otra llave.
Al entrar al frío pabellón,
me indicó un pieza oscura,
la cama, una mesa de luz;
ahí solté el bolso, resignado,
¿no había ninguna ventana?
Afuera, justo estalló un aullido.

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