LA VOZ HUMANA
Era tan inútil decirle estoy muy triste,
si solo eran palabras.
O también no sé quién soy,
¿para qué?
La mirada fija en el escritorio,
varias carpetas, la lapicera,
un par de portarretratos...
y escuché a mi nombre.
Sonreí sin querer;
la psiquiatra sin color en la piel,
esa bufanda de lana azul:
me preguntó si compartíamos un café.
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