miércoles, 15 de agosto de 2018

LA CABEZA DEL PUBLICISTA

Todo anduvo bien hasta que tuvo que convivir con su cabeza.
Por algún motivo, una mañana cualquiera el genial y millonario publicista Esteban Martínez despertó sin sus manos. Él recién lo advirtió al intentar lavarse los dientes. El médico -una eminencia- que lo examinó, al margen de la sorpresa, le señaló que estaba en perfectas condiciones; salvo, claro, ese pequeño detalle. Por otra parte, a pesar de algunas dificultades, el publicista se sentía bien, casi más creativo; ni siquiera necesitaba tomar un remedio. A los pocos días, lo mismo ocurrió con sus piernas.  Su mujer creía que era consecuencia de alguna distracción en los sueños; el médico descartó esa posibilidad y concluyó después de un minucioso examen que el estado del paciente era perfecto, casi ideal. Aunque necesitaba la ayuda de algunos artefactos, en nada se alteró su tarea: sus proyectos eran cada vez más exitosos. Claro que inevitablemente iba a pasar, llegó el día en que se levantó solo con su cabeza. Pero entonces todo cambió, ¿para qué consultar al médico? El publicista pensaba, no podía dejar de pensar y sufría un dolor desconocido, la amenaza de cada palabra. Por supuesto, no tuvo otra alternativa que renunciar a su trabajo.
Para colmo, ahora, los sueños de su cabeza solo eran pesadillas.

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