EXCRITURA DE LA COSA
Ya van para tres o cuatro los días,
ahí, tan lejos,
frente a las paredes
y no tiene otra opción, salvo los eternos cigarros.
Desde temprano, el mismo encierro
con sus tripas vacías;
la tristeza le come las horas:
solo versitos y versitos sin ningún latido.
Claro que a nadie ofende, y nadie
-ni él- lo entiende;
pero aunque sea inútil,
él, cualquiera, cumple con la única misión.
Con un poquito de suerte,
algo sabrá de la cosa
o al menos tocará su olvido:
las figuras del humo ya ocultan la ventana, esa luz.
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