EXCRITURA DE HÉCTOR VIEL TEMPERLEY
Aunque sabía que su casa era Dios,
él cada día necesitaba nadar
o sentir en el aire de sus pulmones
al otro misterio; la transparencia del agua.
De ese modo luchaba con su ángel
hasta, aliviado, dejarse vencer;
así la bendición caía en sus versos,
los árboles que aun estallan en el paraíso.
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