viernes, 16 de diciembre de 2016

EXCRITURA DE ERNEST JÜNGER

Al llegar, entre los temblores de la niebla,
un cadáver
y ese íntimo olor dulzón.

Putrefacta su carne, aun brillaba su uniforme;
no era él único,
varios, muchos más y resecos.

Y ahí, en las trincheras, durante meses,
días y noches,
sin poder enterrarlos, apenas mirar.

Igual que en los bellos poemas homéricos,
pero sin sus dioses,
solo el espectáculo de la destrucción.

Yo decidí estar en aquella guerra...
ser un guerrero.
Y todo eso me provocaba una rara embriaguez.

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