sábado, 3 de junio de 2017

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Esa música ilimitada como todo el espacio,
como el arroyo que se entrega al arroyo.

Un éxtasis independiente de los dioses,
colmado, que también desborda a los hombres.

Cualquier instante controla el mundo,
el destino apenas es el comienzo del rocío.

Las gotas de lluvia olvidan la angustia,
y la brisa, revuelo en los árboles, y una rosa.

Su Voz en mi bosque abre las plegarias,
solo una distancia que se inclina hacia el cielo.

Demasiado feliz en esta suerte de gorrión,
su dedo dorado pide silencio sobre mis labios.


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