sábado, 24 de junio de 2017

16

Los cristales de algún naufrago
en la avenida de la ciudad de las aguas verdes.

Espuma de caballos rengos
sobre la rompiente, imparable, de la soledad.

Lejos hasta de los vientos
ante la torpe y esperada y definitiva catástrofe.

Por suerte, yo no escribo este poema:
solo tiemblo por el frío de los sueños inútiles.

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