sábado, 10 de junio de 2017

SENCILLEZ INCOMPRENSIBLE

Frente a Galina siempre me sentía débil, enfermo y sucio;
era consciente de mi aspecto miserable,
de mis ropas de Auschwitz.
Ella tenía dieciocho, venía de Ucrania,
carecía de preocupaciones, ni sombra de ellas.
Todas las mañanas iba al baño,
lavaba sus ropas y cantaba como una alondra.
Los domingos paseaba con algún soldado,
nunca el mismo, por las murallas.
Una bella campesina, ingenua y pícara;
su confianza en la vida era un escudo invencible;
tan sencilla que, para mí,
resultaba imposible comprender.
Ella me miraba con una mezcla de repugnancia y compasión.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario