martes, 6 de junio de 2017

BENDICIONES

Aquella tarde los conejos se quedaron sin hierba,
¿La oscuridad del prado
y sus pecados desaparecieron?
Ni siquiera el establo, el vuelo del murciélago.

El muchacho que hablaba con las golondrinas
murió, o se quedó mudo.
Ninguna violeta, ningún aliso.
Pronto también se irán los labios de mi madre.

A pesar de que ha cambiado, irreversible, todo;
todavía me veo joven y pobre
y solo amo a aquellos como yo.
Los burgueses tienen una maldición en el cuerpo.

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