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Ya sabe, el Padrecito era fanático de Racing;
yo, Boca.
Aunque era bien peronista,
igual que yo.
Tonterías, distracciones,
la vida verdadera es otra cosa.
En la villa encandilaba su sonrisa,
su palabra era pan celestial.
Hasta lo invitaban a la televisión.
Allí confesó, una vez, su deseo:
morir por los pobres.
Por suerte o desgracia,
así fue,
nadie duda que a su deseo lo cumplió Dios.
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