18
Varias veces había cruzado su serena bondad,
instantes, esa sonrisa limpia;
el andar de sus manos abiertas,
el silencio de su voz
Creí que podía ayudarme, ver,
encontrar mi consuelo.
Su sotana era vieja y humilde,
me acerqué unos pocos pasos.
Hijo, qué es lo que aflije a tu corazón.
No respondí nada,
en la penumbra de un rincón solo pude llorar.
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