jueves, 18 de enero de 2018

22

Hoy no hay una sola alma en la puerta de la iglesia,
tanto calor derrite hasta a la Fe.
Apenas entro, no veo nada;
quizás sea un simple efecto,
el contraste del sol y la penumbra.
Aún no sé dónde, tanteando,
pero ya elegí mi lugar.
Es claro que no puede pasar nada,
solo las mismas incertidumbres.
Todos los vitrales me observan sin pudor
y, lejos, una joven arrodillada...
Voy a esperar hasta ver su rostro.
Cuando sale, la sigo:
un sendero verde que dobla hacía el otro lado,
rodea sigiloso a la iglesia,
un pasaje abierto para escapar del sol,
y mesas, bancos, solitarios.
Allí, increíble, hay una inmensa arboleda,
una sombra celestial
y se puede escuchar cantar al viento.
Ay, pero solo quisiera saber dónde se metió esa joven.


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