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Como suele ocurrir, deben tener razón los versos de Gelman,
al decir que esas enfermeras locas
bien podrían ser Dios.
De casualidad, ayer lo vi:
un hambriento en la puerta de la iglesia,
ya ni pedía una limosna;
pero un monjita le trajo agua
y buen pedazo de pan, bendecido.
Claro que no quise ser un estúpido,
y si preguntaba sería inútil,
ella negaría la verdad del poeta.
¿Pero alguien sensato puede dudar que era una de esas enfermeras?
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