martes, 16 de enero de 2018

11

Hoy un centenar de fieles llenan la iglesia,
claro, es domingo.
Pero mientras transcurre la misa,
sus ritos y oraciones,
yo observo esas figuras, sus rostros.
Siempre a tiempo, exactos,
sin dudar, se levantan
y se sientan...
Recuerdo a los autos en el estacionamiento,
a los mercaderes del templo.
Me cuesta, mucho, permanecer ahí;
veo máscaras a plazo fijo,
aun de rodillas,
incluso ante la sublime consagración:
quiero irme hasta el desierto.
Sin embargo, aguardo el final,
hasta que no quede nadie,
nada más que algún espíritu.
Todavía demasiadas cosas no entiendo;
pero no me arrodillo al salir,
y le pido perdón al verdadero pueblo de Dios.

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