EXCRITURA DE LA EDAD DEL ESPÍRITU
Sí que no es esa bellísma luz,
sin la luna ni el sol.
Tampoco lo más hondo
que abisma desde el mar.
O la casual epifanía,
leve, de una mariposa,
una piedra de fuego,
el latido de una arboleda.
Ni siquiera las glorias,
las batallas para el ser;
el amor, su horizonte,
sus desiertos y un oasis.
Nada ajeno al mero sentir,
apenas esta respiración,
viva, a cada instante:
la revelación es la existencia.
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