EXCRTURA DE RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
Al desgraciado Primo Levi, ese sobreviviente,
no le hubiera sorprendido;
quizás allí habría visto la verdad
o los esqueletos numerados, sin rostro.
Antes era todo el agudo bullicio
el sube y baja, la calesita,
esa pendiente del gran tobogán
hasta la alegría limpia de la arena.
Un mundo feliz en este mundo,
con gorriones y palomas;
árboles, flores, bancos
para disfrutar sin creer en el tiempo.
Yo miraba con ojos de niño fascinado,
me perdía bajo el sol
y soñaba aventuras heroicas.
Ahora, donde había una plaza, hay una cárcel.
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