¡Muera la cordillera de los Andes!
Quizás ya perdí la razón,
pero solo deseo ese grito:
quiero que estalle el horizonte.
No sé si alguien podrá escuchar;
soy un profesos sin pantalones,
me perdía por mis lecciones
y escribo locuras en la pizarra.
Aunque saben que no hay remedio,
cortarán mis cuerdas vocales;
apenas sé que aburren las montañas
y detesto la nieve de la fronteras.
Señoras, la verdad no lo soporto,
se terminaron las contemplaciones:
Voy a subir al borde del balcón:
¡¡Muera la cordillera de la costa!!
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