EXCRITURA DE ALEJANDRA PIZARNIK
La viajera aun no quiere encontrar a su muerte.
Ese mendrugo de pan
no tiene nombre.
Tampoco el agua y la sed.
¿Será el veneno del sol,
la herida de una estrella?
Inútiles, cada gesto:
apenas cenizas del fuego.
Alejandra busca las pastillas,
todos los cajones vacíos.
Sin más palabras, dejar rodar la piedra de la locura.
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