Él soñaba sin freno, desesperado,
encerrado en su sombra,
con lo más bello y sublime.
Un ser insignificante,
como una mosca,
y vendió su alma y debía más oro.
Enemigo del mundo,
su lástima dolorosa
vivía en el subsuelo del odio.
¿Dónde hallar consuelo,
algún amparo?;
si sus pocos dientes,
para siempre,
clavados en el remordimiento
Solo otro muerto al nacer, aun vivo.
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