domingo, 4 de septiembre de 2016

UNA EPIFANÍA DE LAS EXCRITURAS

La mujer, sola, grita por el desierto de las calles.
Apenas puedo entender sus palabras
en esta noche fría de invierno.
Ella solo usa apenas una remera rota,
un pollera sucia
y le falta uno de sus zapatos:
insulta a su marido,
a los perros que la rodean,
los charcos de barro,
las paredes escritas a su alrededor.
Solo se detiene a mira la luna
y vuelve a gritar,
solo una palabra, un nombre,
¿acaso el aullido de una loba herida?
No sé si tengo miedo,
ya se acerca y estalla su voz.
Mis ojos solo ven a una imagen:
la culpa de sus males.
Al fin, cuando pasa a mi lado,
me mira y me saluda...
No quiero saber lo que pasó,
me subo la solapa de mi campera.
Después de algunos pasos,
ya solo es un murmullo lejano.
No quiero parar...
sé que tengo que a tiempo,
que estas cosas pasan,
pronto solo será una anécdota,
ni siquiera un olvido
o peor: material para un poema.
En realidad, sigo como si nada, silencioso;
aunque quisiera entender cuál es mi propia locura.

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