EXCRITURA DE EUCLIDES DE CUNHA
Él conocía las repuestas certeras de la ciencia
y marchó contra la rebelión de las bestias.
Durante los primeros avances, aun esos gritos
en nada perturbaban su evidente verdad.
Pero algo, a veces, inquietaba a sus notas:
sin dudas los canudos casi parecían hombres.
No era solo la aridez de ese terrible paisaje,
sino ese canto sin razón, indeterminado: pura fe.
Y al contemplar tantas estrellas en la noche,
en ese silencio algo lo obligaba a dudar del sol.
En el desborde exacto del orden y el progreso
ya no supo, ni quiso saber quién era el, su vida.
Después de las cenizas de la gran victoria,,
Euclides, impotente, solo pudo escribir el horror.
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