EL NADADOR DEL CIELO
Al secarse y antes de irse,
el nadador mira esa suave transparencia.
Nadar es su única pasión,
como sentir otro cielo en su cuerpo.
Claro que no quiere entender
y no le importa: solo la gran pileta.
Cada brazada, bien profunda,
también entra desconocida en su ser.
Así todas las tardecitas
hasta el consuelo de luna en los ojos.
,
Caminar ya no es flotar;
tampoco son reales, de regreso, las calles.
A veces, ya afuera del agua,
necesita ahogarse: darle gracias a su Dios.
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