miércoles, 26 de abril de 2017

VERXIONES XIII

En el baúl de las excrituras se halló un manuscrito, ¿o una aclaración? ¿o un manifiesto?, de La condición humana. Vanos fueron los insistentes intentos, a partir de 1973, de reeditar la obra; sin explicar los motivos Hanna Arendt se negaba a otorgar la autorización a sus respetados editores. La explicación parecía obvia: esas ideas, por cierto carentes de optimismo sobre el curso de la historia y los seres humanos, no expresaban en aquel momento el pensamiento de la autora. Pero ella evitó cualquier comentario; en verdad, apenas hablaba y escribía, pasaba demasiado tiempo en su escritorio frente a la ventana. De todas maneras, dos años después, en una de sus últimas actividades antes de morir, quizás a modo de testamento Arendt escribió con letra clara y firme al final de su propio manuscrito: "Esto no tiene sentido y, tal vez, ninguna obra. Las palabras han quedado mudas ante nuestra condición. Si desean una reedición, alcanza y sobra con las últimas líneas, las únicas sabias y ajenas: nunca nadie está más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cuando está consigo mismo. Hagan lo que les plazca, ya es inútil". Por supuesto, a nadie se le pasó por la cabeza respetar su voluntad.

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