sábado, 29 de abril de 2017

VERXIONES XXII

En el baúl de la excrituras se halló un manuscrito, tan esperado, de Cyrano de Bergerac. "Ya me siento asido por manos de mármol", así comienza esta extensa versión de Edmond Rostand -una frase que luego se leerá en el texto dramático-; se trata de una variante de lo que luego se denominará novela de la corriente de la conciencia. Antes que Proust, Joyce, Faulkner, nos hallamos con un río tan transparente como agitado que despliega y desborda a la mejor tradición literaria. O acaso un presagio francés de la fragmentada melancolía del Bernardo Soares de Fernando Pessoa. A diferencia de la reconocida y aplaudida obra, aquí todos los personajes y situaciones viven en la mente de este inolvidable Cyrano. Solo, perdido en la ciudad moderna que apenas nombra, como espada tiene papeles y plumas, un penacho enloquecido por duelo de la escritura. En esta versión, su antagonista ya no es Christian de Neuvilette sino el vértigo del vacío referencial, acaso el propio. De lectura difícil -tanto como el interior del personaje-, las situaciones y aventuras imaginarias del manuscrito se desarrollan en la inmovilidad de una típica buhardilla de París. Todo lo que sueña -pesadillas, muchas, incluidas- este Quijote en la ya desatada modernidad, que apenas sale a comprar el poco de pan y vino que lo mantiene vivo. Es probable que el éxito de su versión definitiva haya condenado al olvido a esta apuesta franca y libertaria, sin límites, perfecta en su imperfección. Fechada en 1895, Rostand no llegó a escribir su desenlace...O no quiso, tal vez su belleza -tan poderosa como la poesía de Baudelaire y Rimbaud- hubiera sido una afrenta imperdonable para un mundo que pronto sería una tierra baldía. Quizás sea mejor así, también el lector se siente otro Cyrano angustiado y ajeno ante ese mundo despiadado que será el siglo XX. En verdad, la versión se sencilla: todos tenemos un amor imposible, y una enorme y horrible nariz.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario