martes, 25 de abril de 2017

VERXIONES XI

En el baúl de las excrituras se halló un manuscrito, explosivo, de Cándido. No son tantas las diferencias -salvo el desenlace- en la intriga, tan inverosímil como vertiginosa; sí es sorprendente la personalidad del protagonista: su silenciosa transformación interna. En esta versión, la crítica de Voltaire al pensamiento de Leibniz es, aunque parezca metafórica, literalmente violenta: la sátira conduce a lo atroz. Es que si bien el personaje mantiene, en apariencia, su elemental candidez ante las injusticias y arbitrariedades de la realidad; esa misma candidez lo impulsa lenta y progresivamente a desarrollar el más puro y radical de los odios. Así se expresa Cándido al enfrentar su desengaño: "A Eldorado me lo paso por el culo, y si está sucio, mejor". Ya cerca del final de la novela, indignado por la pasividad de su maestro Pangloss, su único objetivo es la acción directa, en particular, contra las potencias occidentales que dominan y oprimen a la mayor parte del planeta. De modo que en el último capítulo, lejos de conformarse con las bondades del trabajo, Cándido prepara en su huerta una bomba para destruir a París. Según parece, al vindicador de la tolerancia, sin querer le nació en la ficción el primer terrorista: la destrucción total es el mejor de los mundos posibles. Mejor dicho, sus cadáveres y cenizas.

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