EXCRITURA DE LA TINTA IDIOTA
A pesar de las inevitables dudas y la baba
la decisión le pareció tan inútil como oportuna.
Ya le pesaba un poco menos la cabeza,
aunque su torpeza resulta casi invencible.
Por suerte el ruidito después del esfuerzo;
el idiota partió el lápiz y su tentación.
Ahora contemplaba con perplejidad su obra,
como si fueran las razones de sus mocos.
Él creía que todo ya estaba listo: la hoja ,
esa blancura en la mirada del asombro.
Solo tenía que seguir algún pájaro
y no parar hasta desaparece en el cielo.
O simplemente ver dormir a su perro,
sentir los débiles gruñidos de su sombra.
Claro que la cabezota se distrae, otra vez,
como si estuviera caída en la tristeza.
Por eso, lamentablemente, no ocurre nada;
salvo el dolor de esa astilla en el pulgar.
Al arrancarla surge una gota redonda de sangre...
quién sabe, tal vez le pueda servir para escribir algo.
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