sábado, 28 de mayo de 2016

EPIFANÍA DE LAS EXCRITURAS

De madrugada, en un vagón del tren Roca, un borracho manoseaba sin disimulo a una mujer discapacitada, que reía y lloraba sin entender.
Todavía veo sus manos, desesperadas, escarbando en las ropas sucias.
Afuera, las ventanillas solo mostraban la amenaza de la noche, el vértigo invisible de las bestias y los lamentos.
Y una vez más el tren abría y cerraba las puertas y todos mirábamos la escena sin asco ni asombro: a nadie se le ocurrió nada, apenas olvidar un espejo de este mundo.

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