martes, 13 de agosto de 2019


UN DÍA DE LA VIDA

A lo mejor la vida comienza cada día, al despertar, siempre entre el cielo y el infierno. Después, se desanima un poco, al vestirnos y desayunar no logra transmitirnos el asombro; y mientras pasan las horas y la rutina, sus inconvenientes, sus sorpresas, ella se mantiene alejada, imparcial, como un espejo escondido que espera poder reflejarse a sí misma. Ya al atardecer, nos acompaña algo cansada hasta que llegamos a casa. En silencio, ansiosa de ser descubierta, se pasea a nuestro alrededor al terminar de cenar. No hace ningún balance, solamente está ahí, temerosa de un nuevo adiós. Pocos, muy pocos, advierten su presencia y le dan las gracias... Pero, en general, cuando ya la noche se impone, ya acostados en la cama, ella nuevamente decide morir y tal vez convertirse -si tiene suerte-en algún sueño, cualquiera con tal de no aceptar su fracaso, esa indiferencia ante cielo y el infierno. Y a lo mejor, al otro día, sucede que la vida ya no quiere despertar, y se olvida de todo y sale a buscar la libertad.

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