lunes, 19 de agosto de 2019

PATETISMO MINIMALISTA


Una y otra vez, el tipo se depierta sin entender su alrededor: el techo, las paredes, la ropa desparramada por el suelo. Cansado, se levanta y se viste, al menos esa costumbre carece de dolor. Por supuesto evita el espejo y, después de prender la hornalla para calentar el agua, enciende el primer cigarrillo de la mañana. No hay sol en la ventana, en ningún lugar. Aunque enciende la radio, no le importan las noticias; solo se concentra sin ganas en el humo del cigarrillo acostado en el cenicero. Busca una pastilla, mejor dos...Al fin de cuentas es otra caída más, y desde Adán que no se puede explicar, que nadie sabe aun qué es un ser humano. Pero el tipo ya ni siquiera está resignado, tampoco advierte esa espumita al chupar de la bombilla. Quizás ha sido un milagro o una condena sobrevivir a su propia nada; sin embargo, él está seguro que todo siempre un error o un desperdicio, salvo por su perro que le reclama la comida. Además, la fantasía del final es más fuerte que su cobardía. Por suerte, de a poco, con paciencia, va logrando borrar el pasado, ver a un extraño en las fotos. Ya cumplió el castigo de despertar, apaga el segundo cigarrillo y abandona los cacharros, se queda solo. Antes de volver a la cama, a tratar de olvidar, se vuelve a hacer la misma pregunta: ¿algún día será un nuevo día? igual, cualquier respuesta es inútil; ya no le quedan pretextos, el tipo sabe que que sus latidos son ajenos. Así que aprovecha la última pitada y, devastado, junta sus pocas fuerzas para llegar a su cama. Lástima que aun no aprendió a dejar de pensar, y para colmo no puede evitar cerrar los ojos y ver la mueca implacable y perdida de su tiempo en el adentro del cuerpo: su derrota, hasta que llegue el consuelo falso de la noche.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario