viernes, 9 de agosto de 2019

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS...


Fijate que después de tantos y tantos estudios sobre la lengua -y en todas las disciplinas-, cada vez son más abrumadores y absurdos los enunciados que circulan en la realidad, un despliegue incesante de lugares comunes que dejan a la palabra sin ningún amparo. Hoy ni siquiera el silencio elocuente de Krauss tendría algún sentido. Ya sé que parece una queja y también es un lugar común...solo que ya no me interesa, ya me perdí en cualquiera de los discursos que impiden el pensar. Más aun, desde hace tiempo que mi lengua no dice nada, incluso la palabra nada. ¿Será que Steiner tenía razón y vivimos la era de la post-palabra? Claro, si es así, cómo se puede responder. Para colmo, el alrededor siempre permanece mudo. Sin embargo, nuestra vida continúa siendo, guste o no, un enredo de frases que sabemos sin comprender, como si el alma también se hubiera cansado y solamente acepta la eficacia nula de los slogans; además, no creo que podamos hallar otra cosa en nuestro interior. Por suerte Shakeaspeare está muerto, ¿no? La verdad que lo único que se me ocurre, lo más honesto, es dejar de escribir y fijar mi mirada ante ese Dios que es el punto final.

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