viernes, 25 de agosto de 2017

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LA REVELACION DE LA HIGUERA

Claro que ese no podía ser el final,
si ya era otro su cuerpo.
Entre las paredes, irreales,
un simple pizarrón.
Todo, entonces, estaba escrito
sin necesidad de las palabras.
Afuera las dudas fatales del tiempo,
los temores de los dioses;
el ancestral sacrificio, inútil.
todo el cielo permanecía mudo.
Ese dolor de las heridas,
la sangre, abrió su mirada.
Al fin comprendía su mandato:
no era la revolución,
su máscara era trágica.
Él debía estar de pie,
apenas ser un hombre.
Ya vendría la muerte, después el mito.

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