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Ella se desnuda en el último paraíso,
aún le canta su herida.
No tiene miedo de nombrar
al útero de su esqueleto;
entre amenazas y temores
sus pasos eluden las sombras.
Acaso Silvia y Alejandra
la vieron sola en su soledad;
y aunque gritaron poemas,
otra vez venció la tentación.
Ella ya conoce el feroz destino:
quiere la nada de la vida y la muerte.
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