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CIRUELAS DE LAS EXCRITURAS
Frescas, me miran en secreto esas ciruelas dulces
desde el cajón de la verdulería.
Resulta casi inevitable la tentación, los versos
que volverían a vivir, tan simples.
Pero sé que llevarlas sería inútil, ningún consuelo;
después, ¿a quién le escribiría disculpas?
Mejor alejarse de la felicidad y sus dolores,
no imaginar sus carozos en la basura.
Y así tratar de olvidar que William Carlos Williams,
solo él, podía saborear las ideas en las cosas.
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