domingo, 2 de julio de 2017

20

Ese balbuceo del universo en la ansiedad de mi sangre,
la lengua seca por la sed de tantas plegarias,
una gran heladera deslumbrante de horror,
ni emperatrices ni damas cubiertas de pieles,
apenas la vida sobre regazo perverso de una virgen,
sin nada que inaugurar, ni siquiera esta lamparita,
el vértigo de las imágenes inmóviles del viaje,
la puerta abierta al llegar al Hotel de la Revelación
y un nombre decapitado frente al espejo,
ese baldío de tu forma en las sábanas sucias y tibias,
otro amanecer que no amanece
en la ventana que mira los ojos del último sueño,
la fosforescencia de su triunfo inútil,
así son las cosas: siempre, el lujo de la confusión y el éxodo.

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