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En el encierro del pensar
no tiene sentido los latidos
tampoco las plegarias
súplicas
su eco
ante las paredes
que respiran aliviadas
sordas
justo ahí
atentas
y más poderosas
ya están en el más adentro
mudas
hasta ser la piel
su ausencia
para crecer en la sangre
con la desesperación
que golpea
inútil
la cabeza
sin estallar
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