EXCRITURA DEL ADIÓS
El viejo se acomoda en el lugar más apartado.
Solo mueve su mano derecha
y disfruta algunos amargos;
también se rasca la cabeza
y mira los juegos y la arena de la plaza.
Así, durante horas, todas las tardes;
no le importan los otros,
los gritos de las chicos y las madres.
Junta todas sus fuerzas
y cada chupada es el final.
A veces observa a las parejitas,
pero prefiere detenerse en la basura.
La escena carece de enigma
y cualquier explicación es inútil.
El viejo ya eligió su lugar,
no se mueve de su banco hasta que cae el sol.
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