sábado, 14 de octubre de 2017

EXCRITURA DE ISABEL PISANO

Al alba, otra vez esos quejidos de la noche.
Y decidí bajar entre cascotes y vidrios.
Era blanco y negro, tenía cerrados los ojos;
y era tan grande como mi mano.
La madre, un perra histérica y asustada,
como todos en Bosnia, me mostró los dientes.
Pero el cachorro al fin está a salvo,
y entonces dos horas pidiendo ayuda.
Al final logré llevarlo a mi habitación,
debía indispensable mandarlo a Italia.
Fui con él a una reunión de pacifistas,
explique el problema y la urgencia.
Aceptaron, cerré los ojos y me sentí feliz.
Ahora lo imagino corriendo en el pasto,
un jardín sin bombardeos, conociendo la ternura.

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