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La oscuridad me cortó las manos.
Dios me ordenó beber
a esa sangre sin estrellas,
el frío del desamparo,
las sábanas desnudas,
¿acaso era el morir,
el adiós de la condena?,
y ya no veía nada...
mi alrededor era ciego.
Así descubrí la eternidad, tus ojos.
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